En el caso de los profesionales, a los daños físicos y psicológicos, comunes a todos los accidentes de circulación, hay que añadir los daños que nos surgen por las paralizaciones de los vehículos y otros perjuicios que afecta a nuestros negocios, produciendo, disminuciones temporales de sus ingresos. En este caso nos encontramos no solo con un daño emergente, si no también con un lucro cesante, al que hay que prestar una especial atención jurídica que ayude al profesional a superar esta situación.